miércoles, 25 de julio de 2007



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Dormía tibio, extenso, tendido, largo, sin fuerza física, como muerto, como muy muerto, sin rastro de vida en el gesto, la más fiel representación inmediata del cuerpo inerte sin el proceso de la agonía llamada muerte, sin aquel proceso en el que se piensa se llega al fin si no en el fin mismo, sin mecánica, sin dinámica, solo dormido...

Caminaba lento y no recordaba tu nombre, conseguiste que te conociera de una manera trascendente en la que antepusiste cualquier interes colectivo de identidad social - clase,nación,raza,sexo,iglesia o preofesión - que no recordaba ni como te llamabas.

Fue por eso que llamaste de manera sútil pero repentina, con toda la intriga y fuerza del inicio, mi atencíón, fue como si conocieras a fondo mi arduo combate por la soberanía individual y parecía que habías planeado una táctica infalible que lograría despertar en mi exaltación.

Sobre ruedas, máquina, gasolina, asientos de piel y clima artificial andabamos sin rumbo pero con destino, palabras salían de tu boca a boca, las manos al volante y tu mirada alterna a mi y al horizonte.

Yo a mi destino y tu no se a donde y sin tu asi quererlo insistías en mi mente.

En el diario matutino, sobre las páginas de sociales, una carta inesperada escrita con letras grandes, frescas, olor a uva, letras sobre letras sin reparo, la expocisión de quien quiere ser visto, ahí en mis ojos incredulos y brillantes se leía lo que esperaba sin ansia, es más, lo que no esperaba.

Esa misma mañana cargaba 10 cuerpos muertos envueltos en tapices persas, los deposite donde los reconocieran, miles de fotografías en la pared que miraba con interes planenado la próxima pieza.

Parecía no terminar la mañana soleada, 12 horas de mañana y tu por ahí, te miraba pasar y solo sentía que en verdad te podía mirar, caminé con las páginas del periodico en la mano tratando que me explicaras que sucedía.

Y en un largo y obscuro pasillo, poco iluminado como claustro, eramos punto neutro..., Un beso en la frente nos hizó entender que era solo el comienzo del fin.